Florentino Durán
Ni siquiera cuando la ocupación haitiana, época en que las actividades eclesiásticas se tornaron mínima, se recuerda un 21 de enero con la basílica Nuestra Señora de la Altagracia de Higüey cerrada y sin acceso a los miles de feligreses que suelen llegar de todas partes del país y del extranjero.
La triste novedad parece increíble. Cero público y movimiento en el interior del templo católico por excelencia y que en la víspera se colma de miles de personas que, en los últimos días, no solo participan del programa religioso, sino que duermen en su interior.