Vivimos en medio de personas con muchos problemas y conflictos no resueltos, con deficiencia de formación hogareña; frustraciones, insatisfacciones, egoísmo, ansiedades, tristezas, melancolías, envidias, fracasos, etc. Estas emociones no canalizadas, son usadas como excusas por algunas personas para exhibir comportamientos violentos en las relaciones interpersonales: familiares, estudiantiles, laborales, sentimentales; agrediendo verbal y físicamente.
La violencia es una vulneración o violación de derechos. En una cultura de violencia física, emocional, psicológica y simbólica. Se cree que los conflictos deben resolverse con más violencia. Se impone la voluntad del más fuerte, del que tiene más dinero, más poder o más valía personal; al que carece de ellas. Parecido al mundo salvaje donde el pez grande se traga al más chico. Otros que no tienen poder, dinero o influencia; recurren al chantaje, confiados en que el aguaje es la mitad del pleito. Siempre usando la violencia y la agresión como estilo de vida. Como siempre, el débil; el abusado, al no poder defender y resguardar su moral o prestigio, el abusador no le deja más recurso que planificar el futuro desquite que produce rencor y acumulación de malos sentimientos de venganza.
La cultura de violencia la podemos ver; en el tránsito, de hijos desobedientes a sus padres, de padres iracundos hacia su pareja e hijos, de maestros sin dominio propio hacia sus alumnos, de alumnos hacia sus maestros y compañeros de clases, de superiores contra sus subalternos, de subalternos hacia sus superiores. Encontramos actos de violencia en personas con enfermedades degenerativas; en personas arrogantes y soberbias, en delincuentes y atracadores, en violencia doméstica y de género. Etc. Terminando en posibles discusiones acaloradas, pleitos, y consecuencias trágicas como; asesinatos, homicidios, feminicidios y suicidios.
Ante la cultura de violencia el Señor dice:
“Pero yo os digo: No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra”. Mateo 5:39 “Jesús se preocupa más por el espíritu que motiva el acto que con el acto mismo” ¿Cómo actuó Jesús ante la agresión, al ser abofeteado? “Cuando Jesús hubo dicho esto, uno de los alguaciles, que estaba allí, le dio una bofetada, diciendo: ¿Así respondes al sumo sacerdote? Jesús le respondió: Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; y si bien, ¿por qué me golpeas”? Juan 18:22,23. Jesús; también, después de ser azotado, vituperado y crucificado; colgando de la cruz: “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes”. Lucas 23:34
Poner la otra mejilla, no es ser masoquistas, es mostrar una conducta sabia e inteligente frente a la agresión. El cristiano no debe responder a la violencia, con más violencia, sino “vencer con el bien al mal”. Romanos 12:21 Poner la otra mejilla, es no responder a la agresión desde el sentimiento que genera al ser agredido; como ira, rabia, impotencia y deseos de venganza. Poner la otra mejilla, es actuar desde la comprensión no desde el enojo; actuar desde el amor, no desde el odio. Poner la otra mejilla, es solo para sabios y valientes. Se necesita más dominio propio, para responder con educación ante la agresión, que responder con más agresión. Cuando pones la otra mejilla, le quitas al agresor la posibilidad de influir negativamente en tus emociones, le impides robar tu paz. “La blanda respuesta quita la ira, la palabra áspera hace subir el furor” Proverbios 15:1. Poner la otra mejilla, es un comportamiento que solo podemos aprender con Cristo Jesús. ¡Imítalo!
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